sábado, 16 de octubre de 2010

Enfermedad dame el nombre exacto de las cosas.

Han vueltos los días oscuros, cuando la tierra empapada de orina vuelve a hacer de nuevo su llamada, cuando la enfermedad enseña sus fauces plagadas de diseminados dientes cariados y sucios.

Enfermedad, enséñame el nombre exacto de las cosas.

Transcribo un poema del libro de John Berger, Puerca tierra.


CUCHARÓN

Filigrana del estaño
la luna del cucharón
naciente sobre la montaña
que desciende hasta la olla
sirviendoo a generaciones
humeante
arrastrando lo que ha nacido de las semillas
en el huerto
espesado con patata
sobreviviéndonos
en el cielo de madera
de la cocina

Madre que del humeante
pecho del peltre
veteado de sales
reparte la comida a sus hijos
hambrientos como jabalíes
con las uñas teñidas
de tierra vespertina
y el pan hermano
que la madre reparte
Vierte el cielo hirviendo
cucharón
con el sol zanahoria
las estrellas de sal
y la grasa de la puerca tierra
vierte el cielo humeante
cucharón
vierte sopa para nuestros días
vierte sueño para la noche
vierte años para mis hijos

JOHN BERGER (1979).




jueves, 23 de septiembre de 2010

El cádaver yace al pie del semáfaro apagado.


Seconal llevaba un par de meses en reposo, ausente, esperando, como el lienzo casi en blanco que aguarda el imposible trazo de un pintor muerto. 

El poeta danés Henrik Nordbrandt es el regreso a la piel de los vivos, con un poema sobre este mes de septiembre que ya marcha, de su antología de poemas Nuestro amor es como Bizancio.


LA CABINA TELEFÓNICA

la cabina telefónica de la esquina
eternamente verde
siempre oxidada
ahora batida por el viento
y envuelta en una oscuridad
más intensa que otras veces

septiembre oh sí
y las casas
muy luminosas
limpias para la noche

la cabina de teléfono
entre los rostros
un faro
luminoso de voces
detrás de un hierro pintado de verde
y cristal

un hombre
apoyado 
en la noche
otoño
e infancia.

HENRIK NORDBRANDT.

martes, 20 de julio de 2010

Rotas cuerdas de violín ensangrentadas.






Dado que el próximo sábado día 24 de julio, voy a poder asistir con devoción, como viejo iniciado de su particular culto, a la presencia de mi amada Nawja Nimri sobre un escenario, voy a recoger en  Seconal, un viejo poema del año 2000, Saints around my neck, algo primitivo en la forma, pero del cual guardo un tierno recuerdo, publicado en la ya desaparecida revista de literatura Así Roithamer. Aunque ya nada será como en los tiempos de Salto al vacío, hará diez años, cuando veía una y otra vez  una cinta VHS donde aparecía  Nawja con la cabeza rapada, rodada con una steady cam prestada. Uno era más joven, y más profeso al amor y a la ensoñación.

SAINTS AROUND MY NECK

La ancha y tersa espalda de Kim Novak,
los hermosos ojos negros de Audrey Hepburn
en Vacaciones en Roma,
Nastassja Kinski y esos labios carnosos
tan húmedos conversando
largas horas al teléfono,
la Bardott con ese rostro felino
dispuesta a devorarte el vientre,
Nawja Nimri delicadamente desnuda
con un tatuaje en los pechos,
y la morfina en las venas decrépitas
de Bela Lugosi.

ISMAEL CABEZAS (2000).

lunes, 19 de julio de 2010

Sucia habitación a oscuras.

                          La escalera del cielo. David Nebreda.

Los utensilios fotografíados son los que habitualmente utiliza el fotógrafo David Nebreda, para esculpir sobre su propio cuerpo su obra; no se trata de inocente body painting, son los instrumentos con los que Nebreda mira al vacío, a la nada, allí donde pocos se han atrevido a adentrarse, porque la senda siempre ha cobrado un precio: la locura. Pensemos en Leopoldo María Panero o en su admirado predecesor Artaud.


Nebreda talla su cuerpo con cuchillas, que aún conservan su sangre reseca, saja su carne, y la cose con hilo sucio, no importa la enfermedad, si alguien oscuro, escupe y defeca en su mente. A través del dolor, como un pequeño pájaro perdido, en cuclillas en el fondo de una sucia habitación a oscuras, Nebreda construye su escalera al cielo.

sábado, 10 de julio de 2010

Luz en el pantano.



                                      María Eugenia Reyes Lindo

Creo que a ninguno de los lectores de Seconal es necesario hacerle saber de la existencia de ese premio clásico dentro del mundo de la poesía que es el Adonais, premio que obtuvieron en su día poetas como mi admirado Claudio Rodríguez con su Don de la ebriedad.

La joven poeta sevillana María Eugenia Reyes Lindo, obtuvo con su poemario El fabricante de ruinas, un accésit del Premio Adonais en 2008, estando el jurado conformado por algunos de los más relevantes poetas españoles, que ocupan los anaqueles de mi biblioteca, como el desgraciadamente desaparecido Diego Jesús Jiménez o Antonio Colinas. 

De El fabricante de ruinas, uno de los aspectos que más me ha interesado es su construcción formal, el dominio de la poeta del ritmo del poema, que debe ser tan exacto como un metrónomo, y su exquisita puntuación. 

En otro orden de cosas, en El fabricante de ruinas, nos encontramos con poemas como Besarte, de clara temática amorosa, imbricado en la tradición de la poesía amorosa de Vicente Aleixandre o Pedro Salinas, otros cantan en tono de elegía, como Bucles, tal vez entroncados con las lecturas de Eloy Sánchez Rosillo, de quien la poeta es profundamente devota. En Otra forma de estar muerto, el amor vuelve de nuevo a aparecer, pero esta vez,  como forma de salvación de la muerte, y en Apenas un instante, nos encontramos con una elegía por la juventud perdida, en la más honda tradición de ese gran amante de la juventud que fue Jaime Gil de Biedma.

Maneras de estar sola, vuelve a recordar la mejor poesía amorosa de Pedro Salinas, y leves pinceladas culturalistas, aparecen en Trabajos de amor ganados, donde la poeta establece un juego con el título de una de las más famosas comedias de Shakespeare. La sombra del maestro fallecido en Colliure, Don Antonio Machado, surge señera, en poemas como Ya declina la tarde.

María Eugenia Reyes Lindo, es una de las voces más singulares dentro de la joven poesía sevillana, y andaluza, y su El fabricante de ruinas, tan sólo nos indica una cosa con absoluta seguridad, que como cantaba mi adorado Frank Sinatra, the best is yet to come.

OTRA FORMA DE ESTAR MUERTO

La luna,
apenas una rendija de luz tras las cortinas
de un ático mecido por la noche.
Bajo el silencio atento de unos árboles
recortados
que quisieran entrar
al amor de un fuego que no conocen.

De nuevo me has salvado de la muerte,
porque hay
muchas maneras de estar muerto:

Mirar por la ventana y ver tan sólo
la luna moribunda
y un campo de tiniebla.

MARÍA EUGENIA REYES LINDO (2008).


martes, 6 de julio de 2010

Oscuridad.

                             Cristo yacente. Gregorio Fernández, 1625.

Desde la oscuridad de la llaga alguien observa. Tal vez un ojo muerto, seco, ajado, con un marchito pétalo de negra amapola. Y el vientre que se hunde como una ola que regresa a su origen, la sangre que resbala enredándose en el muerto vello del sexo.

sábado, 12 de junio de 2010

Si el ala del ángel trazase la muerte en su pecho.

                 La multitud (the crowd), Pedro M. García Vázquez.


Los muertos caminan de la mano, con las cicatrices cosidas con viejo hilo de plata. Y un niño juega en la madrugada fría, en la oscuridad del grito, sobre el suelo húmedo de febrero, bosque de caminos que él sólo conoce y conducen al amanecer de la muerte. Pequeñas manos  que sostienen crías de rata de suave pelaje, y unas gotas de sangre empapan las páginas de Sebastian in traum.

viernes, 11 de junio de 2010

Un gusano flota en la botella.



                                       Maxico, Javier Plata.


Maxico. Pasear por los puestos callejeros de Ciudad Juárez el día 1 de Noviembre, observando todas esas calaveras de azúcar que los lugareños comerán al atardecer, sentados en las lápidas de sus muertos, mientras conversan alegremente sobre el nuevo recién nacido o el negocio que va  bien.

Es historia de viejos cónsules ingleses, de alcohól. Sucios trajes de lino manchados de sudor, beben otro tequila más -creen ingenuos que será el último-, mientras algunas putas casi niñas, con  raídos vestidos y  pelo enredado, soban la entrepierna, y roban sus últimos dólares.

Rostro de la muerte que Kerouac vislumbraba en las oscuras carreteras, con una botella de whisky casi vacía entre las piernas, y demasiado mezcal que Dean Moriarty guarda para el amanecer.

Es haz y envés, pero siempre acaba mostrando el mismo rostro: la muerte quieta que lame nuestra espalda tan fría.


viernes, 28 de mayo de 2010

Indagaciones sobre la belleza.


El próximo 2 de junio a las 8:30 de la tarde se inagura en la Fundación de Cultura José Luis Cano de Algeciras, la exposición Del mar y otras pesquisas, del pintor y poeta Juan Gómez Macías, que ha paseado su obra plástica por gran parte de Europa y Estados Unidos, y ahora recala en Algeciras.

El mar inundando las pupilas, hasta el extremo que el más leve movimiento de las aguas, parece una lágrima, de aquellas vertidas cuando tenemos en nuestras manos el cuerpo del recién nacido, o los pechos de la amante en los labios.

En la galeria nos encontraremos. Espero allí a todos cuantos lean mis palabras. 

sábado, 15 de mayo de 2010

Glory Box.





Sergio Berrocal



Desde aquel boom del ´99, formado por los poetas Antonio Espinel, César Aldana, Carlos Morillo y el que aquí escribe, se vivió una dura década de espantosa sequía literaria en el Campo de Gibraltar. Si por diversas circunstancias vitales, académicas en el caso de Morillo, profesionales en el de Espinel y de cambio de disciplina artística, -de la palabra a la imagen, en el de Aldana-, practicamente fui el único que mantuvo un andadura poética durante los restantes años. Diez años. Y una década es mucho tiempo.

Pero todo son ciclos, etapas, movimientos de la sangre y la bilis, que dieron como origen a dos grandes enormes poetas. Me refiero a Rúben Pérez, que publicó en 2009 la plaquette, Quien pueda decir adiós, y hace apenas unos meses ha aparecido el primer libro de Sergio Berrocal, Pequeña Oración, publicado en Ediciones Vitruvio.

No es Seconal un lugar destinado a la crítica literaria, lo he afirmado en otras ocasiones, ni para realizar exégesis poética, pero si quería destacar de Pequeña Oración la extraordinaria modernidad de su discurso. Mientras algunos siguen planteando actitudes estéticas decimonónicas y rimas de tiramisú, Sergio Berrocal, es capaz de unir cultura popular -escribe con Portishead- y alta cultura, en un discurso a veces intimista, otras metapoético y en ocasiones metafísico, pero sobre todo con una sensibilidad artística perfectamente engarzada con su tiempo. El tiempo que vive define al poeta, y Berrocal destila poemas del presente, que nos hacen tener la segura premonición, de que contamos entre nosotros, con una de las grandes voces de la joven poesía andaluza.

Nada más obvio de su modernidad que el poema que recojo, No-lugar, imbricado en el No-arte, la No-emoción, el distanciamiento del poema, que permite que éste introduzca sus dedos en la boca y hurga en nuestra carne.


NO-LUGAR

Ya sólo voy a buscarte
a los lugares inhóspitos:
donde nunca estuvimos,
todos son
y nadie hallo.
Donde seguro sé
del encuentro. En lo feliz
sin clepsidra del desierto.
Donde ya no eres
un espejismo de carne.

SERGIO BERROCAL (2010).

 



domingo, 9 de mayo de 2010

¿Tiene hijos, señora Ford?


Richard Ford es uno de los escritores norteamericanos vivos más interesantes, junto a nombres como Tobias Wolff, al menos en mi modesta opinión.

Mi madre, puede ser considerada por muchos como una obra menor frente a novelas de la talla de El periodista deportivo. Sin embargo, hacía bastante que un libro no me conmovía de la forma como lo hace Richard Ford con Mi madre. Es simplemente, un homenaje a la que fue su madre, un recorrido por ese personaje decisivo en la vida de todos nosotros, desde que tiene los primeros recuerdos vivos de ella, hasta su muerte. Lo realmente asombroso de este breve libro, -apenas ochenta páginas, impresas en gran tipografía - es que mientras Ford rememora la figura de su madre, paralelamente hacemos lo mismo con la propia, relacionando acontecimientos que nos son extraños con nuestras íntimas experiencias.

Un ejercicio de confesión tan característico de parte de la literatura norteamericana contemporánea, tanto en narrativa como en poesía.

Un  par de fragmentos:

Pienso que eso es justamente lo que hizo por encima de todo después de la muerte de mi padre y de mi partida, cuando se quedó sola; se ocupaba de sí misma, hacía de eso un objetivo. Se volvió enérgica, sistemática, más pertinaz. Su voz profunda se hacía cada vez más profunda, adoptaba una especie de gravedad. Por la noche bebía para embriagarse un poco y adoptaba una actitud afectada (en particular con los hombres, a quienes comenzaba a considerar una carga). Hizo que su situación se convirtiera en costumbre y piedra angular de su caracter. No quería que nadie se aprovechara de ella, aunque sospecho que nadie lo intentaba. Una viuda tenía que estar alerta, tenía que prestar atención a todos los detalles. Nadie podía ayudarla. Una vida vivida con eficacia no la salvaría, no; pero la prepararía para aquello de lo que nadie podía salvarla.

[...]

Así transcurría la vida. No completamente sin objetivo. Pero sin un objetivo claro. Tal vez esto sea propio de toda una vida con los padres: un sentimiento de que debería alcanzarse una meta, luego el reconocimiento de cuál es esa meta insoslayable y finalmente el devolver la atención a lo que está hoy aquí y presente. A lo que sólo está aquí.

RICHARD FORD  (1998).

 

lunes, 3 de mayo de 2010

No es tiempo aún para la despedida.



Francisco Brines ha recibido, merecidamente, el  Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Le conocí en el Aula de Literatura José Cadalso de San Roque hace once años, en 1999. No se me puede olvidar esa fecha, porque dió la casualidad que el mismo día que Francisco Brines acudía a San Roque para ofrecer una lectura, retiraba de la imprenta tres ejemplares del que fue mi primer libro de poemas La herencia bastarda de los días. Recuerdo que emocionado, -más tarde me dijo Brines que el primer libro de poemas es el mejor recordado- entregué un ejemplar a Juan Gómez Macías, otro a Brines, y me reservé uno para mí, el cual observaría y releería en soledad una y otra vez.

Brines, siendo por aquel entonces un poeta consagrado de la generación del 50, era una persona absolutamente afable, humilde y accesible. Recuerdo en la cena con él tras la lectura, cómo respondía a mis preguntas sobre Leopoldo María Panero, ya que él fue gran amigo de los Panero, y los conocía bien, incluida Felicidad, la madre de los tres hermanos. Me inquirió sobre si tenía intención de vivir de la poesía, a lo cual respondí que no, y afirmó, mira Ismael, la poesía no da ni para putas.

Pasados aquellos años, un volumen color oliva, de sus poesías completas, Ensayo de una despedida, permanece con el color desgastado por la luz del sol, que entró cada verano por la ventana, acusando recibo del tiempo, como cualquiera de las grandes elegías que ha escrito Francisco Brines.

Dejo aquí, no uno de mis preferidos, pero si el primer poema que leí de Francisco Brines.


MERE ROAD

Todos los días pasan,
y yo los reconozco. Cuando la tarde se hace oscura,
con su calzado y ropa deportivos,
yo ya conozco a cada uno de ellos, mientras suben en grupos
o aislados,
en el ligero esfuerzo de la bicicleta.
Y yo los reconozco, detrás de los cristales de mi cuarto.
Y nunca han vuelto su mirada a mí,
y soy como algún hombre que viviera perdido en una
casa de una extraña ciudad,
una ciudad lejana que nunca han conocido,
o alguien que, de existir, ya hubiera muerto
o todavía ha de nacer;
quiero decir, alguien que en realidad no existe.
Y ellos llenan mis ojos con su fugacidad,
y un día y otro día cavan en mi memoria este recuerdo
de ver cómo ellos llegan con esfuerzos, voces, risas
o pensamientos silenciosos,
o amor acaso.
Y los miro cruzar delante de la casa que ahora
enfrente construyen
y hacia allí miran ellos,
comprobando cómo los muros crecen,
y adivinan la forma, y alzan sus comentarios
cada vez,
y se les llena la mirada, por un solo momento,
de la fugacidad de la madera y de la piedra.

Cuando la vida, un día, derribe en el olvido sus
jóvenes edades,
podrá alguno volver a recordar, con emoción,
este suceso mínimo
de pasar por la calle montado en bicicleta,
con esfuerzo ligero y fresca voz.
Y de nuevo la casa se estará construyendo,
y esperará el jardín que acaben estos muros
para poder ser flor, aroma, primavera,
(y es posible que sienta ese misterio del peso de mis ojos,
de un ser que no existió,
que le mira, con el cansancio ardiente de quien vive,
pasar hacia los muros del colegio),
y al recordar el cuerpo que ahora sube
solo bajo la tarde,
feliz porque la brisa le mueve los cabellos,
ha cerrado los ojos
para verse pasar, con el cansancio ardiente de quien sabe
que aquella juventud
fue vida suya.
Y ahora lo mira, ajeno, cómo sube
feliz, encendiendo la brisa,
y ha sentido tan fría soledad
que ha llevado la mano hasta su pecho,
hacia el hueco profundo de una sombra.

FRANCISCO BRINES (1966).



sábado, 1 de mayo de 2010

Pan o Cieno.




Domingo F. Faílde.


Más que por talento, sino por perseverancia, tras aproximadamente veinte años leyendo libros de poemas, me puedo atrever a decir, -y perdónenme  la arrogancia- sé cuándo me encuentro ante un gran libro de poemas. Y La sombra del celindo de Domingo F. Faílde, no es un gran libro de poemas, es un enorme libro de poemas. Un libro que contiene entre sus tapas la existencia de un hombre, desde su niñez, hasta su juventud y lucida madurez. Un libro, que mucho me temo, ha pasado, injustamente desapercibido.

Como es costumbre, transcribo uno de los poemas de La sombra del celindo. He de decir que sólo un poema es elegido para dicha labor, pero con este libro, me ha sido infinitamente complicado quedarme con un único poema. En el elegido, el poeta canta a la joven madre retratada en una vieja fotografía que encuentra en su madurez.

Gracias Domingo por escribir La sombra del celindo.


EL POETA CONTEMPLA UNA FOTOGRAFÍA
DE SU MADRE

                                A Dolores García y García-Espantaleón,
                                mi madre.  


En una tosca mesa, junto a un ramo de flores
marchitas por el tiempo, que no renueva nadie
-alrededor, reliquias
y otras memorias del camino andado-,
una fotografía parece contemplarme.

No es verdad. La muchacha
fija la oscuridad de sus ojos clarísimos
en un lugar perdido del estudio.
Estas fotos antiguas son así: un decorado
y el dedo del artista que conmina
mire hacia allá, señora: y la mirada
de sus ojos azules se clava en la penumbra,
en alguna ventana morisca, o simplemente
bucea en su interior buscando un sueño,
como el naúfrago busca una almadía.

Es mi madre. Perfecta. Como un mármol purísimo,
envuelta en los encajes de su mantilla negra.
Derrama lozanía, tal derrochando auroras
cuyo perfume impregna los muebles de la estancia.

Desde la estatua de su edad, presiento
que es a mí a quien contempla,
y un halo melancólico se enciende en su figura.
Ochenta son sus años,
pero ella, frente a mí, con su descaro
de adolescente hermosa, se burla de mis canas
y gasta alguna broma sobre el modo
en que me voy haciendo pasto para la historia.

Por un instante, pienso
que el calendario envuelve en sus hojas caducas
aquella primavera que, arrogante, pervive
mientras voy navegando en mis cenizas
y regreso a la isla virgen de su belleza.

DOMINDO F. FAÍLDE (2006). 


martes, 27 de abril de 2010

Mediterránea.

                     Mediterránea. Pedro M. García Vázquez, 2010.


La vista que se pierde a lo lejos, donde descansan los ojos vencidos. Y las manos reposan sobre otro cuerpo, tal vez envejecido, el tiempo escribe sus surcos, y los dedos de los muertos mecidos por el húmedo viento de la noche: piedra que oculta palabras tantas veces dichas.

miércoles, 14 de abril de 2010

El tiempo manda, siempre.


Desconocía la obra de Fermín Herrero, su hallazgo fue a través del blog del escritor y crítico literario Manuel Rico. De la letra menuda, es junto a las últimas entregas de Karmelo  C. Iribarren o Roger Wolfe, uno de los poemarios que más me han impresionado en los últimos meses, aunque Herrero transita por senderos muy diferentes; la memoria del mundo rural, un mundo que ya no existe, salvo en los recuerdos y en los espejismos del tiempo.


Con trapos viejos y un caldero tan abollado
como su edad camina muy despacio hacia
la casa abandonada donde guarda
los tiestos en el tiempo malo, al calorcejo
de aquella habitación tan calentita
donde tres veces diera a luz y una
amortajara a su difunto. Va a regar
los geranios. El año pasado heló 
tanto que ni al abrigo aguantaron, a ver
los nuevos. El caldero abollado, la tos seca.

FERMÍN HERRERO (2009).

lunes, 12 de abril de 2010

Camposanto de pájaros resucitados



A lo largo de los aproximadamente quince años de trayectoria de una de las aventuras poéticas más singulares de este país, me refiero, claro está, al Aula de Literatura José Cadalso, han pasado por ella poetas amigos como Domingo F. Faílde, Dolors Alberola, César Aldana, Antonio Espinel, David Mena... Y me permitió conocer a poetas como Félix Grande, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Antonio Colinas, y entre los más jóvenes, a Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre o Guadalupe Grande.

Una de las últimas poetas jóvenes que visitó el Aula fue Cecilia Quílez, nacida en Algeciras, aunque nunca había coincidido con ella en el Campo de Gibraltar.

Las poetas pueden escribir sobre muchos asuntos, pero los que más me suelen interesar cuando leo un libro de una mujer, son aquellos poemas en los que se hace referencia a realidades, que jamás un hombre podrá experimentar, como en el poema que os presento.


JULIA

Cómo dolió el anzuelo
Fui fecundada y creí consumirme
En la sala de urgencias de una clínica
Algunas mujeres saben cuando la semilla
Se aferra a sus vientres y se alegran de saber esto.
Sólo supe que era feliz
Con el sueño inducido
Del formol
Las contracciones dan la vida, dicen
A mí me la dio ver a mi hija de espaldas,
con la nuca cubierta de pelo
Después, de nuevo el sueño
Mi hija sonríe ahora.
Tiene el pelo del color de las luces de emergencia.

CECILIA QUÍLEZ.



martes, 23 de marzo de 2010

Somos perros, a veces, y podemos compartir ese pan que nos es necesario.





Mis amigos los poetas Domingo F. Faílde y Dolors Alberola (en la fotografía), me hicieron llegar el pasado mes de octubre parte de su última producción poética, que voy desgranando lentamente, como quien abre la rosa para encontrar la sangre y la podredumbre.

Sé que uno de los títulos favoritos de su producción poética es, Arte de perros, y es también uno de sus libros para mí también más perfectos. Una auténtica obra de culto, conocida por muy pocos. No es la intención de Seconal, realizar crítica literaria, ni reseñas, sino señalar sobre todo aquellos libros, fundamentalmente de poesía, que quedan al margen de las vanas conjuras de los mass media culturales. Con Arte de perros, Dolors adivina el futuro en la mirada triste y nublada de un animal.


TEORÍA DEL ESPANTO

Pobres perros.
Hacinados viajan, caras sucias
entre fardos inútiles.
No les cabe en los ojos la mirada,
saben la libertad como una presa
que se escapa y no logran arrastrar el paisaje,

Pobres perros con sed;
agarran a sus hijos, los aprietan, los miran,
sin poder escapar.
Otros yacen, ya muertos, olvidados de sí,
desconociendo al dios, ignorando los rezos.

Pobres perros, transidos de dolor y cansancio,
babeantes, desnudos, deshechos hasta el fin,
abominados, flacos
-son galgos al final de su carrera
y el que les grita tiene su muerte calculada-.

Y no pueden correr,
sustraerse a las garras de su amo,
saltar las alambradas, no ser víctimas.
No pueden renegar de la barbarie
ni arrancarse las marcas de su piel.
Se les salen los ojos mirando al horizonte,
caen contra las piedras extenuados,
sus costillas parecen la carne que no tienen,
atienden a las órdenes del que aúlla, gimiendo.

Pobres perros judíos, allá en Austwich,
el negro cementerio del poder de un idiota.

DOLORS ALBEROLA (2006).

lunes, 15 de marzo de 2010

El mundo está bien hecho y acabo de correrme.


Este señor de aspecto respetable que posa ante la moderna cámara digital con un pie adelantado, y un paraguas que a veces sirve de bastón a sus venerables años, y le ha protegido de las inclemencias del tiempo en su reciente viaje por Córdoba y Lisboa, es si aún no lo han reconocido, el poeta Domingo F. Faílde, autor de entre otros versos, del remake obsceno de Jorge Guillén, que títula esta entrada.

Y para que sigan adentrándose en las calenturientas visiones de una de las últimas entregas poéticas de este bardo de larga trayectoria, oriundo de Jaén, residente durante muchos años en Algeciras, y en la actualidad en Jerez, les dejo con uno de los poemas que configuran Carnalia, libro ganador del XXIII Premio Cálamo de poesía erótica, y que es finalista en la modalidad de poesía del premio andaluz de la crítica de 2010.

PROPOSICIONES DESHONESTAS

Por mí puedes dejarte las bragas en su sitio.
La vida, ¿sabes qué? (lo dijo alguien,
un buen colega mío que cogió el autobús
y se largó de noche con una vieja furcia),
es así, seria y trágica,
y es preciso mirarle las orejas,
rastrearle en los ojos las malas intenciones
y agarrarla del rabo. Pues pudiera
arrastrarte en un tango a la primera esquina
y dejarte tirada.
                           No seas guarra,
mete el body en la ducha, deja que el agua fresca
te aclare el pensamiento, con ayuda de gel.
La vida es lo bastante cochina por sí sola:
no es preciso añadirle la idiotez de un inútil
y un fuerte olor a coño.

DOMINGO F. FAÍLDE, 2010.

lunes, 15 de febrero de 2010

La soledad del francotirador.


Todos los que integran mi más intimo círculo, familiares y amigos, saben de mi actual situación de desempleo, y también saben que estoy pasando por un periodo de formación académica para mejorar mi cv y poder así insertarme de nuevo en el mercado laboral.

Mientras dure este periodo de formación, intentaré ganar algún dinero con parte de mi producción poética. Es por esa razón que aviso a los lectores de Seconal, que no volveré a subir ningún poema nuevo al blog, y he eliminado todos los poemas inéditos que se habían colgado en su momento.

No creo en el copyright, sí en la licencia creative commons. Cualquiera que lo desee, si posee alguno de los libros que he publicado, aunque están sujetos a la licencia copyright, puede reproducir donde quiera y cuando quiera cualquiera de mis poemas, siempre y cuando no altere su contenido y cite mi autoría.

Cuando publico un libro de poemas, no recibo ninguna compensación económica a cambio, ni la espero, no más lejos de mis intenciones que vivir de la literatura., aguardo poder vivir de mi profesión, porque la condición de poeta, es una devoción y a veces casi una religión. El poco dinero que habré ganado a lo largo de mis aproximadamente diez años de carrera literaria, algo más de 3000 €, ha sido debido a premios literarios y alguna que otra lectura. Así que repito que me pàrece estupendo que cualquiera reproduzca o copie y distribuya un poema mío, es más lo considero un honor, pero a lo que no estoy dispuesto es a que holgazanes y vagos que no se han esforzado en abrir un libro de poemas en su vida, se dediquen a saquear el contenido de este blog, para presentarse a pequeños premios en los que pagan 300 € por un solo poema, que tal como están lo salarios en España, seisciento euristas y mil euristas, es una cantidad más que respetable.

Detrás de cada poema escrito, hay muchas horas de lecturas, y muchas horas de trabajo del texto poético. Y no recibo subvenciones estatales para poder invertir ese tiempo de mi vida, que tengo que robar a horas de trabajo -cuando trabajaba- y ocio: tengo que crear ese tiempo. Los poetas no recibimos ayudas a la creación para poder alejarnos de nuestra actividad laboral y dedicarnos a la creación literaria durante un tiempo, como en la industria cinematográfica, no firmamos contratos en los que haya una contraprestación económica cuando publicamos, con publicar ya somos felices, y en el mejor de los casos, sólo se nos remunera con el importe de los derechos de autor que son pírricos -pregúntenle al poeta David González- por citar algún nombre-. Aquí no existen conciertos, con lo cual las descargas de música -legales o no- repercuten favorablemente en los músicos, ampliando ostensiblemente el número de conciertos contratados y el aumento del público que asiste a ellos gracias a la difusión de su música por internet.

No estoy dispuesto a que vagos rufianes que no saben unir dos palabras puedan ganar dinero a costa de mi esfuerzo.

Seconal seguirá contando con las secciones habituales, pero no con la de Nuevos poemas.

Gracias a los que lean esta entrada por su tiempo, y tal vez, su comprensión.

viernes, 15 de enero de 2010

Trazos que reconoces en el papel.



 

Durante el día de ayer me dediqué casi en exclusividad a ordenar mi biblioteca y mis diversos papeles personales. Muchos fueron los objetos que surgieron de entre los muebles que conforman mi memoria. Personas que han pasado a lo largo de mi vida; algunos cuento aún con su presencia en mis días, otros han muerto.

Encontré un cuaderno de poemas dedicado de la tempranamente fallecida y amiga, la poeta Teresa Soler, probablemente junto a Dolors Alberola y Safrika, la mejor poeta que he conocido en mi vida. La revista de poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que Verónica me regaló en 1998. Algunas de las cartas del mismo año de Sonia Aldama, cuando aún residía en Aluche y su padre vivía.

La foto de la presentación del primer poemario de José Antonio Sánchez Espinel, en el que aparece él, con sus jovencisímos diecisiete años y yo con unos casi recién cumplidos treinta. Las pruebas de imprenta de mi primer libro de poemas La herencia bastarda de los días, los dibujos que Juan realizó para ilustrarlo y el texto de presentación tan hermoso que escribió.

Un ejemplar de Rockdeluxe, de 1998, que costaba 450 pesetas, donde aparecía una antigua compañera de instituto, cantante de un gran grupo, Usura, que tuvo escasa fortuna. Las primeras reseñas que se realizaron de mis libros. Y cartas, de Domingo F. Faílde, de su hijo Octavio, de Juan José Téllez, de Germán Gullón...

Todo aquello que conforma mi memoria.