martes, 27 de abril de 2010

Mediterránea.

                     Mediterránea. Pedro M. García Vázquez, 2010.


La vista que se pierde a lo lejos, donde descansan los ojos vencidos. Y las manos reposan sobre otro cuerpo, tal vez envejecido, el tiempo escribe sus surcos, y los dedos de los muertos mecidos por el húmedo viento de la noche: piedra que oculta palabras tantas veces dichas.

miércoles, 14 de abril de 2010

El tiempo manda, siempre.


Desconocía la obra de Fermín Herrero, su hallazgo fue a través del blog del escritor y crítico literario Manuel Rico. De la letra menuda, es junto a las últimas entregas de Karmelo  C. Iribarren o Roger Wolfe, uno de los poemarios que más me han impresionado en los últimos meses, aunque Herrero transita por senderos muy diferentes; la memoria del mundo rural, un mundo que ya no existe, salvo en los recuerdos y en los espejismos del tiempo.


Con trapos viejos y un caldero tan abollado
como su edad camina muy despacio hacia
la casa abandonada donde guarda
los tiestos en el tiempo malo, al calorcejo
de aquella habitación tan calentita
donde tres veces diera a luz y una
amortajara a su difunto. Va a regar
los geranios. El año pasado heló 
tanto que ni al abrigo aguantaron, a ver
los nuevos. El caldero abollado, la tos seca.

FERMÍN HERRERO (2009).

lunes, 12 de abril de 2010

Camposanto de pájaros resucitados



A lo largo de los aproximadamente quince años de trayectoria de una de las aventuras poéticas más singulares de este país, me refiero, claro está, al Aula de Literatura José Cadalso, han pasado por ella poetas amigos como Domingo F. Faílde, Dolors Alberola, César Aldana, Antonio Espinel, David Mena... Y me permitió conocer a poetas como Félix Grande, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Antonio Colinas, y entre los más jóvenes, a Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre o Guadalupe Grande.

Una de las últimas poetas jóvenes que visitó el Aula fue Cecilia Quílez, nacida en Algeciras, aunque nunca había coincidido con ella en el Campo de Gibraltar.

Las poetas pueden escribir sobre muchos asuntos, pero los que más me suelen interesar cuando leo un libro de una mujer, son aquellos poemas en los que se hace referencia a realidades, que jamás un hombre podrá experimentar, como en el poema que os presento.


JULIA

Cómo dolió el anzuelo
Fui fecundada y creí consumirme
En la sala de urgencias de una clínica
Algunas mujeres saben cuando la semilla
Se aferra a sus vientres y se alegran de saber esto.
Sólo supe que era feliz
Con el sueño inducido
Del formol
Las contracciones dan la vida, dicen
A mí me la dio ver a mi hija de espaldas,
con la nuca cubierta de pelo
Después, de nuevo el sueño
Mi hija sonríe ahora.
Tiene el pelo del color de las luces de emergencia.

CECILIA QUÍLEZ.