Cormac McCarthy era un escritor norteamericano de culto hasta hace bien poco. La adaptación cinematográfica de su novela No es país para viejos, le ha hecho popular entre el gran público, disparándo el número de ventas de este libro.
Conocí a Cormac McCarthy a través de la recomendación, de la que se considera su obra maestra Meridiano de Sangre por parte de un vendedor de una librería. A esta extraordinaria novela, le siguió Sutree, otra no menos extraordinaria novela.
Pero mejor que leer sobre la narrativa de este autor, es leer su propia creación. Reproduzco uno de mis fragmentos favoritos de No es país para viejos.
"Entonces sí cerró los ojos. Cerró los ojos y giró la cabeza y levantó una mano para repeler lo que no podía ser repelido. Chigurh le disparó a la cara. Todo cuanto Wells había sabido o pensado o amado en su vida se escurrió lentamente por la pared que tenía detrás. El rostro de su madre, su primera comunión, mujeres que había conocido. Los rostros de hombres en el momento de morir arrodillados ante él. El cuerpo de un niño muerto en un barranco junto al camino en otro país. Quedó tumbado en la cama sin media cabeza y con los brazos extendidos y la mano derecha prácticamente desaparecida. Chigurh se levantó y recogió de la alfombra el casquillo vacío y sopló y se lo guardó en el bolsillo y miró el reloj. Faltaba un minuto para el nuevo día."
Conocí a Cormac McCarthy a través de la recomendación, de la que se considera su obra maestra Meridiano de Sangre por parte de un vendedor de una librería. A esta extraordinaria novela, le siguió Sutree, otra no menos extraordinaria novela.
Pero mejor que leer sobre la narrativa de este autor, es leer su propia creación. Reproduzco uno de mis fragmentos favoritos de No es país para viejos.
"Entonces sí cerró los ojos. Cerró los ojos y giró la cabeza y levantó una mano para repeler lo que no podía ser repelido. Chigurh le disparó a la cara. Todo cuanto Wells había sabido o pensado o amado en su vida se escurrió lentamente por la pared que tenía detrás. El rostro de su madre, su primera comunión, mujeres que había conocido. Los rostros de hombres en el momento de morir arrodillados ante él. El cuerpo de un niño muerto en un barranco junto al camino en otro país. Quedó tumbado en la cama sin media cabeza y con los brazos extendidos y la mano derecha prácticamente desaparecida. Chigurh se levantó y recogió de la alfombra el casquillo vacío y sopló y se lo guardó en el bolsillo y miró el reloj. Faltaba un minuto para el nuevo día."
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