jueves, 31 de julio de 2008

Praga.

El pasado mes de Julio mi buena amiga Alicia viajó a Praga junto a su compañero sentimental Antonio, -también se les llama novio- para conocer la ciudad y asistir al concierto que ofreció ese monstruo de feria que es Tom Waits en dicha ciudad, o tal vez Alicia fue a escuchar a Tom Waits y descubrir a un tiempo la ciudad, no sé en qué orden de cosas. Aquí la tenemos tan bella como siempre, franqueada entre el rostro esculpido de mi amado Kafka y Waits en plena actuación rompiendo las cuerdas del corazón. You´re innocent when you dream, Alicia.












martes, 15 de julio de 2008

Trenzando delgados hilos.


Otro poema del extraordinario libro "Lo malo de la poesía y otros poemas" de Billy Collins, centrado en esa figura tan particular en la vida de cada ser humano: la madre.

EL CORDÓN

El otro día me dedicaba a rebotar lentamente
por las paredes azules de esta habitación,
yendo de la máquina de escribir al piano,
de la estantería a un sobre que estaba en el suelo,
di a parar a la sección C del diccionario
donde mis ojos fueron a caer en la palabra cordón.

Ninguna galleta mordisqueada por un novelista francés
podría retrotraerte al pasado tan de repente-
un pasado donde me sentaba en un banco de trabajo en un campamento
junto al profundo lago Adirondack
aprendiendo a trenzar tiras finas de plástico
para hacer un cordón, un regalo para mi madre.

Nunca había visto a nadie usar un cordón
o llevar uno puesto, si eso es lo que se hacía con ellos,
pero eso no evitó que yo entrecruzara
hebra sobre hebra una y otra vez
hasta que hice un compacto
cordón rojo y blanco para mi madre.

Ella me dio la vida y leche de sus pechos,
y yo le regalé un cordón.
Ella me dio el pecho en más de una sala de espera,
me dio cucharadas de medicina,
colocó paños fríos en mi frente,
y luego me mostró el camino hacia la luz etérea

y me enseñço a caminar y nadar,
y yo, a cambio, la obsequié con un cordón.
Aquí tienes miles de comidas, dijo,
y aquí tienes ropa y buena formación.
Y aquí tienes un cordón, contesté,
que hice con un poco de ayuda del monitor.

Aquí tienes un cuerpo que respira y un corazón que late,
fuertes piernas, huesos y dientes,
y dos ojos limpios para leer el mundo, susurró ella,
y aquí, dije yo, está el cordón que hice en el campamento.
Y aquí, deseo decirle ahora
tienes un regalo más pequeño -no la ancestral verdad
de que nunca puedes corresponderle a tu madre,
sino el compungido reconocimiento de que cuando cogió
de mis manos el cordón a dos colores,
estaba tan seguro como puede estarlo un chaval
de que esta cosa sin valor e inservible que trencé
de puro aburrimiento sería suficiente para quedar en paz con ella.

BILLY COLLINS (2005).

lunes, 14 de julio de 2008

Casa de muñecas.



Estoy de vacaciones, lo cual hace que parte del tiempo que dedico a ganar dinero lo dedique a leer libros de poemas que compro con ese dinero que gano. Es conocida mi interés por la poesía norteamericana, país que ha dado no sólo los clásicos poetas confesionales y beat, sino que va mucho más allá que eso. Hablo ahora del extraordinario Billy Collins, uno de los autores que la incansable editorial Bartleby nos trae en exquisitas ediciones bilíngües junto a otros nombres como C.K Williams, Tess Gallagher o Rober Creely.

Billy Collins es un poeta de éxito en Estados Unidos, vende miles de ejemplares de cada uno de sus libros, lo cual no deja de ser sorprendente, aunque su poesía esté conformada con un lenguaje muy asequible al no lector de poesía sus cifras son verdaderamente sorprendentes.

El libro de Billy Collins que acabo de leer lleva por título "Lo malo de la poesía y otros poemas".
He aquí un excelente ejemplo de su poesía.

EDIFICIO CON LA FACHADA BOMBARDEADA


Qué subitamente lo íntimo
queda al descubierto en una ciudad bombardeada,
cómo el papel pintado con listas blancas y azules

de un dormitorio de un segundo piso está ahora
expuesto a la nieve que cae lenta
como si la habitación hubiera contestado a la explosión

vestida sólo con un pijama a rayas.
Algunos vecinos y unos soldados
tantean con un palo los escombros

y se fijan en la escalera que cuelga,
el retrato de una abuelo,
una puerta que se balancea de la bisagra que queda.

Y al baño se le ve casi avergonzado
de sus paredes de ocre al descubierto,
el amasijo de las tuberías,

del lavabo hundido hasta las rodillas,
la cortina de la ducha rajada,
la estela de burbujas destruidas de un pez de colores.

Es como una vista panorámica sobre una casa de muñecas
como si un niño arrodillado pudiera meter la mano
y coger el escritorio, enderezar un cuadro.

O pudiera ser una habitación sobre un escenario
en una obra sin personajes,
sin diálogo ni público,

sin principio, nudo y desenlace-
sólo los muebles rotos en la calle,
un zapato entre bloques de hormigón ligero,

una fina nieve aún cayendo
sobre un lejano campanario, y la gente
cruzando un puente que todavía se sostiene.

Y más allá -cuervos en un árbol,
la estatua de un gobernante a caballo,
y nubes que se asemejan al humo,

e incluso si sigues más, en otro país
en una manta bajo un árbol de sombra,
un hombre que sirve vino en dos vasos

y una mujer deslizando
los pasadores de madera de un cesto de mimbre
lleno de pan, queso, y varios tipos de aceitunas.

BILLY COLLINS (2005).

martes, 8 de julio de 2008

Saturno.

He tardado un poco en realizar esta obligada entrada, debido a motivos laborales, sobre la magnífica lectura que ofreció, tal vez el mejor poeta en lengua catalana vivo, si me permiten afirmar esto Pere Rovira, Alex Susanna y Pere Gimferrer.
Joan Margarit no sólo es un poeta inmenso, sino un ser humano que desborda, por su grandeza y por su sinceridad, una sinceridad de los que ya no tienen nada que perder, pues ya lo han perdido todo.
Margarit se ganó al público desde el principio con una cercanía brutal, rompiendo todas las fronteras que suelen existir entre poeta, situado en la cúspide, y público simples mortales que adoran. Este esquema no sirve para Joan. Abandonó el protocolo que suelen tener los actos en Fundaciones y Universidades y micrófono en mano, se dedicó a lo que debe hacer un poeta, leer sus poemas entre el resto de sus semejantes de igual a igual. Algunos en catalán, otros en castellano. Simplemente el hombre y su poesía.

Después durante la cena que tuvimos la suerte de compartir junto a Joan Margarit, charlando con él, le comentaba cómo su padre arrojaba sus libros de poesía por el balcón de su casa, pues el oficio de poeta no era digno de un hombre de buenas costumbres, y volviéndose, cogió mi ejemplar de Casa de Misericordia y me hizo leer para los demás el poema Saturno

SATURNO

Mil libros de poemas, los rasgaste,
abriste la ventana y los echaste a la calle.
Las hojas, como extrañas mariposas,
planeaban por encima de la gente.
No sé si ahora nos entenderíamos,
viejos, cansados y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.

JOAN MARGARIT


Joan Margarit leyendo sus poemas.




De pie, micrófono en mano, cara a cara, palabra a palabra.

Joan Margarit y Juan Gómez Macías.

De izquierda a derecha, Antonio Pérez Girón, Joan Margarit y el hijo de Antonio, el jovencísimo poeta Rubén.

Mereció esperarte Joan, desde aquel lejano Estación de Francia.