Joan Margarit no sólo es un poeta inmenso, sino un ser humano que desborda, por su grandeza y por su sinceridad, una sinceridad de los que ya no tienen nada que perder, pues ya lo han perdido todo.
Margarit se ganó al público desde el principio con una cercanía brutal, rompiendo todas las fronteras que suelen existir entre poeta, situado en la cúspide, y público simples mortales que adoran. Este esquema no sirve para Joan. Abandonó el protocolo que suelen tener los actos en Fundaciones y Universidades y micrófono en mano, se dedicó a lo que debe hacer un poeta, leer sus poemas entre el resto de sus semejantes de igual a igual. Algunos en catalán, otros en castellano. Simplemente el hombre y su poesía.
Después durante la cena que tuvimos la suerte de compartir junto a Joan Margarit, charlando con él, le comentaba cómo su padre arrojaba sus libros de poesía por el balcón de su casa, pues el oficio de poeta no era digno de un hombre de buenas costumbres, y volviéndose, cogió mi ejemplar de Casa de Misericordia y me hizo leer para los demás el poema Saturno
SATURNO
Mil libros de poemas, los rasgaste,
abriste la ventana y los echaste a la calle.
Las hojas, como extrañas mariposas,
planeaban por encima de la gente.
No sé si ahora nos entenderíamos,
viejos, cansados y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.
JOAN MARGARIT
Margarit se ganó al público desde el principio con una cercanía brutal, rompiendo todas las fronteras que suelen existir entre poeta, situado en la cúspide, y público simples mortales que adoran. Este esquema no sirve para Joan. Abandonó el protocolo que suelen tener los actos en Fundaciones y Universidades y micrófono en mano, se dedicó a lo que debe hacer un poeta, leer sus poemas entre el resto de sus semejantes de igual a igual. Algunos en catalán, otros en castellano. Simplemente el hombre y su poesía.
Después durante la cena que tuvimos la suerte de compartir junto a Joan Margarit, charlando con él, le comentaba cómo su padre arrojaba sus libros de poesía por el balcón de su casa, pues el oficio de poeta no era digno de un hombre de buenas costumbres, y volviéndose, cogió mi ejemplar de Casa de Misericordia y me hizo leer para los demás el poema Saturno
SATURNO
Mil libros de poemas, los rasgaste,
abriste la ventana y los echaste a la calle.
Las hojas, como extrañas mariposas,
planeaban por encima de la gente.
No sé si ahora nos entenderíamos,
viejos, cansados y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.
JOAN MARGARIT
De pie, micrófono en mano, cara a cara, palabra a palabra.
1 comentario:
me gusta mucho margarit!
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