Muerto está ya Ángel González. Ahora tan sólo le resta mirar el cielo a través de los periscopios que son las flores, como decía más o menos el poeta galés Dylan Thomas, nunca tuve buena memoria para los versos, ni ajenos ni propios.
Me acompañó durante mis años de estudiante en Granada, allá por 1993, y junto con otros miembros de su generación como Jaime Gil de Biedma me enseñó que la poesía puede ser palabra sencilla, lenguaje cotidiano, voz que te habla al oído de las cosas de siempre, que son las que importan verdaderamente, con las palabras de siempre.
En mi primer libro de poemas La herencia bastarda de los días, se puede encontrar una cita de uno de sus poemas y por algún lado de mi caótica biblioteca se encuentra aquella antología de Alianza Editorial con casi ya quince años que compré en alguna de las Urbano de Granada.
Y ya sabes, Cuando no sepas qué hacer vente conmigo/ -pero luego no digas que no sabes lo que haces-.
Me acompañó durante mis años de estudiante en Granada, allá por 1993, y junto con otros miembros de su generación como Jaime Gil de Biedma me enseñó que la poesía puede ser palabra sencilla, lenguaje cotidiano, voz que te habla al oído de las cosas de siempre, que son las que importan verdaderamente, con las palabras de siempre.
En mi primer libro de poemas La herencia bastarda de los días, se puede encontrar una cita de uno de sus poemas y por algún lado de mi caótica biblioteca se encuentra aquella antología de Alianza Editorial con casi ya quince años que compré en alguna de las Urbano de Granada.
Y ya sabes, Cuando no sepas qué hacer vente conmigo/ -pero luego no digas que no sabes lo que haces-.
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