La esposa de Antonio Gamoneda, Mariangeles, en la cafetería de la estación de tren de Algeciras. Una mujer, y vuelvo a repetir el adjetivo, hasta la saciedad, honesta, humilde, sencilla. Mujer que sabe y comprende qué es la poesía al haber compartido toda una vida junto a un poeta. Me causó una honda impresión su cercanía, la simplicidad con la que hablaba del Premio Cervantes. Compañera de un gran poeta y memoria viva de la vida de Antonio Gamoneda.
Tu cabello en sus manos, arde en las manos del vigilante de
la nieve.
Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el pasado.
Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza en las
manos del vigilante de la nieve.
ANTONIO GAMONEDA.
la nieve.
Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el pasado.
Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza en las
manos del vigilante de la nieve.
ANTONIO GAMONEDA.
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