domingo, 3 de febrero de 2008

Escribir y jugarse la vida en ello.


Familia de poetas. Félix Grande, Francisca Aguirre y Guadalupe Grande. Nanas para dormir desperdicios es el primer libro que adquiero de Francisca Aguirre. De su marido Félix, tengo toda su poesía completa y de la hija de ambos, Guadalupe, poseo el extraordinario poemario La llave de niebla.

Tuve la suerte de cenar con la familia al completo, hará unos cinco años en San Roque, tras una lectura de Félix Grande. Recuerdo haberme quedado seducido por la belleza de Guadalupe.
Os dejo un poema de Francisca Aguirre de su nuevo libro, una mujer que afirma Al final lo único que merece la pena es escribir y jugarse la vida en ello.


NANA DE LOS DESPOJOS

A veces pienso que deberíamos medir el tiempo
como medimos los medicamentos,
es decir, con cuentagotas.
Desde luego, esta medida no sirve para cualquier tiempo,
hay tiempos que no se pueden fraccionar
son de un tirón
como cuando te dan un susto
o una alegría muy grande.
En cambio hay tiempos
que se pueden medir con cuentagotas,
son tiempos especiales.
Para empezar
son tiempos en los que no sabíamos que el tiempo existiese.
Simplemente, vivíamos,
como viven los perros, los gatos y los niños.
Vivíamos con la alegre desenvoltura
de los claveles y las mariposas,
vivíamos como loa saltamontes y los grillos,
sin medidas de ningún tipo,
hasta que una mañana, sin saber por qué,
nos habíamos convertido en hormigas.


Fue exactamente el día que la abuela me dijo:
"dile al carnicero que te dé unos despojos,
que ya se los pagaré yo".
Justo en ese momento el tiempo se hizo líquido
y a mí me hubiera gustado tener un cuentagotas,
un cuentagotas pequeñito
para medir el tiempo muy despacio,
de forma que yo tardaría por lo menos un año
en llegar hasta la carnicería,
en llegar al momento
de escucharme a mí misma pedir "despojos"
y tener que aclararle al carnicero
que dinero no había
que ya iría mi abuela, cuando quisiese Dios,
a pagarle sin falta
aquellos espantosos despojos.


Siempre que pienso en los "despojos",
en lugar de escuchar una nana
lo primero que oigo es el réquiem de Mozart.
Después hago un esfuerzo
y canto despacito la nana de Miguel
"En la cuna del hambre
mi niño estaba,
con sangre de cebolla
se amamantaba".
Ea.
Ea.
Ea.

1 comentario:

Ernesto Guajardo dijo...

¡Notable! La verdad es que no conocía a la poeta ni a su libro. Habrá que comenzar a buscarlo.