martes, 29 de abril de 2008

Descubrirme en el otro, saber que le hago daño.


Mi poema favorito del poeta sevillano, nacido en 1947, Fernando Ortiz, extraído de su breve libro Posdata, publicado por la Editorial Pretextos en 1999.


HERIDAS

El tic-tac del reloj que tenían mis padres al lado
de la cama, sus sonoros compases, hasta el día en que
dejé de oírlos.
El dulce y susurrante secreteo de las chicas cuando
caía la tarde.
El temor, la delicia, el rubor cuando veía de lejos
a aquella jovencita delgaducha, ojos vivos, cuyo nombre
he olvidado.
Novelas y libros de aventuras, olor a ron y a pólvora
y a zapatos mojados. Fuera llueve.
Bajo el calor de agosto, a la hora de la siesta, la terrible
borrachera de vermut en aquel bar de pueblo,
la nauseabunda dulzura del vómito. Alcohol y miedo
desde entonces.
El jardín recién regado, el olor del jazmín y la dama
de noche. El roce tibio del agua de la alberca.
El sexo solitario, y después mercenario, las tristes
confesiones, las horas obligadas en la oscura iglesia del
colegio, donde se enseñaba de modo irrefutable que
desde luego allí, entre la opacidad de aquellos muros,
no podía estar la vida.
Las que no cuento, las verdaderamente graves, pues
se las hice a quienes más quería.

domingo, 27 de abril de 2008

Presentación "Paisaje para un ciego".

El próximo jueves 12 de Junio a las 8:30 de la tarde en el salón de actos del Palacio de los Gobernadores de la Fundación "Luis Ortega Bru", se presentará mi nuevo libro de poemas "Paisaje para un ciego" a cargo del director de dicha Fundación, Juan Gómez Macías, autor de la ilustración de portada del libro y otra persona que nos acompañará, aún por determinar.
El poemario podrá ser adquirido a partir del mes de Junio en la cadena andaluza de librerías Beta.

viernes, 18 de abril de 2008

La vida consiste en sangrar por heridas secretas.



Juan Manuel González es autor de entre otros libros, Líneas Minerales, De ritos y solticios, De sombras y transfiguraciones, En el filo de la sangre, Madrigal de Ausencia, Luces inciertas y La llama del brezo. Su último poemario que acabo de terminar de leer hoy, Tras la luz poniente, ha recibido el último Premio Jaime Gil de Biedma.

Mi relación con él es un tanto extraña. No nos conocemos personalmente, sin embargo realizó un extraordinario prólogo a mi libro de poemas Breve tratado de melancolía (2002), y realizó un acercamiento crítico a mi obra poética en su ensayo Signos sobre la ceniza (Autores y libros en el comienzo de siglo).

Os dejo uno de los poemas que más me han gustado de su último poemario.


JARDÍN INTERIOR

En un jardín interior,
protegido por altas, enroscadas verjas art decó,
el sol de la tarde no pasea en lo celeste,
anda entre los troncos de delgados magnolios, despidiéndose,
y un columpio, maderas negras de humedad, cuerdas,
cuelga de la rama horizontal de una gran higuera.

Por un momento, el corazón es de cristal,
cuando la llovizna amenaza con llorar desde las crestas de Malveira,
rompiendo las gotas de agua
clavadas en las manzanas verdes y los albérchigos amarillos,
mientras los cisnes de porcelana, incorpóreos,
parecen inclinar sus cuellos, sus alas rotas, sobre los estanques.

¿Qué queda de los niños,
uñas de tierra negra y regaderas de latón,
antes empeñados en soñar un mundo de jilgueros y árboles apacibles?

¿Qué queda de sus juegos de junio,
de la sensación de levedad del granizo en sus manos,
del hueco de sus mejillas en los dulces almohadones de lana?

Alguna vez fuimos uno de ellos, durmiente, terso,
ignorante de los vientos que barren las plumas de cuervos y ángeles,
cubriendo de hojas muertas las páginas de los cuentos de Andersen.
Alguna vez me senté, nos sentamos,
en un pretil de azulejos tricolores, junto a minúsculos embarcaderos,
para atisbar velas en la niebla baja, armaduras, estandartes carmesíes entre la turba.

Entonces creíamos en escuadras de aves blancas,
tras cada parterre batía el oleaje de un arrecife,
tras cada cenador de hierro forjado, ladridos de amor y lealtad,
y la bruma no era emblema de lento olvido.
Entonces no sabíamos que únicamente son eternas las leyes de los minerales,
que la vida consiste en sangrar por heridas secretas,
que los ojos se vuelven, con la soledad, ceniza,
que lo desconocido es siempre un soldado de plomo sin plan de combate,
y que la muerte es solo un viejo columpio, inmóvil,
maderas negras de humedad, cuerdas,
abandonado al comienzo de la noche.

En un jardín interior. Y vacío.

domingo, 13 de abril de 2008

Encuentro con la poeta Safrika.




Safrika (Patricia) es una poeta valenciana con la que me encontré en la red hace unos ocho años. Sería afirmar tópicos decir desde siempre me fascinó su poesía, vi desde el primer momento poemas deslumbrantes.
Simplemente intercambiábamos poemas, y en ellos a mí me parecía encontrar el hálito de Anne Sexton, pero no como un simple epígono, sino como alguien, que partiendo de unos referentes poéticos, traza con firmeza su palabra.

La poesía de Safrika es compleja, si me permiten el atrevimiento podría decir que es una de las mejores poetas que pertenece a eso que se ha dado en llamar posmodernidad de nuestro país.
Destila diferentes registros que se unen en una voz propia e inconfundible; desde el realismo sucio, pasando por el irracionalismo hasta el confesionalismo más brutal -en mi opinión algunos de sus más desgarradores poemas como Derrota se encuentran en esta vertiente de su creación-. Esta polifonía de registros la hacen brutalmente posmoderna y transgresora.

Safrika es una outsider del mundo poético y de su propio corazón. Inédita aún -si exceptuamos su incursión en la antología homenaje a Bukowski, Hank Over-, permanece al margen del mundo poético y de la vacuidad de la vanidad y las alabanzas fáciles, ese mundo donde todos los arribistas quieren estar delante de todos los micrófonos posibles y convertir la poesía en un apunte contable más en su cuenta corriente.
Safrika publicará su primer libro de poemas Pills (Fácil) en la Editorial Baile del sol, el próximo mes de septiembre.

Un sucio diamante arrancado a lo más profundo de la tierra.

Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte.


Cormac McCarthy era un escritor norteamericano de culto hasta hace bien poco. La adaptación cinematográfica de su novela No es país para viejos, le ha hecho popular entre el gran público, disparándo el número de ventas de este libro.
Conocí a Cormac McCarthy a través de la recomendación, de la que se considera su obra maestra Meridiano de Sangre por parte de un vendedor de una librería. A esta extraordinaria novela, le siguió Sutree, otra no menos extraordinaria novela.
Pero mejor que leer sobre la narrativa de este autor, es leer su propia creación. Reproduzco uno de mis fragmentos favoritos de No es país para viejos.

"Entonces sí cerró los ojos. Cerró los ojos y giró la cabeza y levantó una mano para repeler lo que no podía ser repelido. Chigurh le disparó a la cara. Todo cuanto Wells había sabido o pensado o amado en su vida se escurrió lentamente por la pared que tenía detrás. El rostro de su madre, su primera comunión, mujeres que había conocido. Los rostros de hombres en el momento de morir arrodillados ante él. El cuerpo de un niño muerto en un barranco junto al camino en otro país. Quedó tumbado en la cama sin media cabeza y con los brazos extendidos y la mano derecha prácticamente desaparecida. Chigurh se levantó y recogió de la alfombra el casquillo vacío y sopló y se lo guardó en el bolsillo y miró el reloj. Faltaba un minuto para el nuevo día."