viernes, 15 de febrero de 2008

Orina y tierra sucia.


Las consecuencias del encuentro con Antonio Gamoneda aún persisten. Me recomendó encarecidamente a dos poetas; Manuel Álvarez Ortega, de quién he adquirido toda su obra completa en Visor, y Herberto Helder, un poeta portugués, que en palabras de Gamoneda es el mejor poeta europeo vivo. Un poeta según éste, huraño, esquivo, que permanece en soledad y aislado de todo y de todos. Adquirí el volumen O poema continuo, una especie de antología realizada por el propio poeta de su obra. Me ha sajado literalmente este poeta. Como muestra os dejo un fragmento de este poema continuo.




En la sonrisa loca de las madres golpean las leves
gotas de lluvia. En las amadas
caras locas golpean y golpean
los dedos amarillos de las candelas.
Que oscilan. Que son puras.
Gotas y candelas puras. Y las madres
se acercan soplándose los dedos fríos.
Su cuerpo se mueve
por entre los huesos filiales, por los tendones
y órganos sumergidos,
y las calmas madres intrínsecas se sientan
con las cabezas filiales.
Se sientan, y están allí en un silencio demorado y apresurado,
viéndolo todo.
y quemando las imágenes, alimentando las imágenes,
mientras el amor es cada vez más fuerte.
Y les golpea en la cara, el amor leve.
El amor feroz.
Y las madres son cada vez más hermosas.
Piensan sus hijos que ellas levitan.
Flores violentas golpean sus párpados.
Respiran por lo alto y por lo bajo. Son
silenciosas.
Y su cara está en medio de las gotas particulares
de la lluvia,
en torno a las calendas. En el continuo
gotear de sus hijos.
Las madres son lo más alto
que los hijos crean, porque se colocan
en la combustión de los hijos, porque
los hijos están como invasores dientes de león
en el terreno de las madres.
Y las madres son pozos de petróleo en las palabras de sus hijos,
y se abalanzan, a través de ellos, como chorros
que salen de la tierra.
Y los hijos se sumergen con escafandras en el interior
de muchas aguas,
y sacan a las madres como pulpos enredados en sus manos
y en la agudeza de toda su vida.
Y el hijo se sienta con su madre a la cabecera de la mesa,
y a través de él la madre anda moviendo de aquí para allá
las tazas y los tenedores.
Y a través de la madre el hijo piensa
que ninguna muerte es posible y que las aguas
están unidas entre ellas
por medio de la mano de él que toca la cara loca
de la madre que toca la mano presentida del hijo.
y dentro del amor, hasta que sólo sea posible
amarlo todo,
y sea posible que todo vuelva a encontrarse dentro del amor.

4 comentarios:

safrika señorita dijo...

Ya tenemos este libro. Yo sólo había leído el primer poema, este que pones aquí tú también. Ya hablaremos cuando esté leído.

Un beso

safrika

safrika señorita dijo...

Ismael, te recuerdo que hace dos siglos te nombré en las afinidades electivas y todavía no has mandado nada!
a qué esperas?
ya!
ya!

Ana Pérez Cañamares dijo...

Uf, uf, uf... Me pongo como reto a mí misma leer este poema una y otra vez, a ver cuántas veces necesito leerlo para llegar al final sin los ojos llenos de lágrimas. Gracias.

Manfredi dijo...
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