sábado, 13 de diciembre de 2008

El cuchillo con que escarba las heridas.


Jesús Aguado es un tipo peculiar. Le leo desde hace aproximadamente diez años, y el pasado mes de Noviembre pude encontrarme con él dentro de las lecturas que organiza el Aula de Literatura "José Cadalso". Como decía un tipo peculiar. Un poeta de 47 años, de aspecto desenfadado y gafas de miope. Un tipo con el cual puedes encontrarte en el supermercado comprando el pan y algo para la cena, y sin embargo, el te puede estar observando con esos ojos de poeta que tiene que le revelan el mundo de una forma diferente. Un tipo afable, de palabra fácil y amable, un poeta inclasificable, imposible de adherir a una corriente poética determinada, como siempre intentan los entomólogos de la poesía. Un tipo que ha pasado largas temporada en la India, habla de Charles Simic y después de cuánto echa de menos a su hija.
Otra de esas estupendas personas que el Aula de Literatura "José Cadalso" me ha permitido conocer.
Quede aquí como muestra una fotografía de Jesús Aguado leyendo ese viernes poemas de su antología Mendigo y uno de mis poemas favoritos.


LECCIÓN DE METAFÍSICA

Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.

Me palpas con tus manos infinitas
(no son manos, lo sé, sino estallidos:
el tiempo que no llega nunca a tiempo)
y se borra de mi cuerpo, y al borrarse
por fin se hace visible: un signo cero
suspendido en el aire entre nosotros.

Me piensas con tu boca y con tu sexo,
esos dos silogismos refutables,
esos dioses borrachos que han perdido
la pizarra o azar donde escribirme.

Y al pensarme me restas, me haces menos,
me deshaces, me viertes al vacío,
me entregas al no ser
y maniatado.

Parece que no existo por tu amor
porque tu amor me funda, es el origen,
ese punto o lugar donde está todo
(también lo que no está: tu ausencia: nada).

Tu cuerpo me hace náufrago, un islote
que el cosmos ignorase, un meteorito
tachado de los mapas y los ojos,
nave sin un planeta al que volver
que fuera disolviéndose en lo oscuro.

Tu cuerpo hace que exista lo que existe:
tu cuerpo hace imposible lo que existe.

Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has dejado sin besar.

Parece que no existes porque tienes
unos labios carnosos y unos dedos
que dibujan el mundo.

Nada y todo
se abrazan en tus piernas cuando salen
a respirar del fondo de tu mente.

Me piensas con tu nuca y con tu ombligo,
me piensas con tus huesos y tus músculos,
me piensas con las sillas de tu casa,
me piensas con el agua y el jabón,
me piensas con los árboles del bosque,
me piensas con tus heces y tus gritos,
me piensas no pensándome y pensándome.

Me piensas, no me piensas: es lo mismo.

En ti me piensa el tiempo y me piensa el espacio.

Me piensan las paredes de este cuarto,
me piensan con la cal y con las manchas,
me piensan con la sombra de mi cuerpo.
Y al pensarme me borran, ya no estoy
y ya no queda nadie en este cuarto.

El amor es un cuarto que no existe
donde duerme a resguardo lo que existe.

Me piensas con el ser, con el no ser,
me piensas con los números caídos
del portal de la casa donde vives,
me piensan tus jadeos, tus dos gatos,
el barro de las ruedas de tu coche,

me piensan tus palabras cuando callan
y ya no son palabras sino cuerpo.

Busquemos el silencio para amarnos.

Dejemos de pensar, de ser nosotros.

Entre el ser y la nada una rendija
que no les pertenece, una tierra de nadie,
la madriguera de la vida.
No me pienses y escribe nuestro amor
en la tierra de nadie del poema.

JESÚS AGUADO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado el poema y descubrir a este poeta.

Y un placer ir conociendo, al mismo tiempo, este blog.

Saludos.