domingo, 27 de enero de 2008

Encuentro con Antonio Gamoneda (IV).


El primer libro que adquirí de Antonio Gamoneda fue Edad, en 1996, una antología publicada por Editorial Cátedra y con estupendo estudio introductorio de Miguel Casado. Fue un libro que me impresionó demasiado tal vez, pues la poesía de Gamoneda conmociona. Como todos los libros que han marcado el devenir de mi vida, está repleto de versos subrayados. Ahora están trazadas las palabras de su autor en sus páginas, para que envejezcan junto a mí.


BLUES DEL CEMENTERIO

Conozco un pueblo -no lo olvidaré
que tiene un cementerio demasiado grande.
Hay en mi tierra un pueblo sin ventura
porque el cementerio es demasiado grande.
Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.
No sé para qué tanto cementerio.

Cierto año la gente empezó a irse
y en muchas casas no quedaba nadie.
el año que la gente empezó a irse
en muchas casas no quedaba nadie.

Se llevaban los hijos y las camas.
Tenían que matar los animales.

El cementerio ya no tiene puertas
y allí entran y salen las gallinas.
El cementerio ya no tiene puertas
y salen al camino las ortigas.
Parece que saliera el cementerio
a los huertos y a las calles vacías.

Conozco un pueblo. No lo olvidaré.
Ay, en mi tierra sin ventura,
No olvidaré a mi pueblo.

¡Qué mala cosa es haber hecho
un cementerio demasiado grande!


ANTONIO GAMONEDA.

Encuentro con Antonio Gamoneda (III).


La esposa de Antonio Gamoneda, Mariangeles, en la cafetería de la estación de tren de Algeciras. Una mujer, y vuelvo a repetir el adjetivo, hasta la saciedad, honesta, humilde, sencilla. Mujer que sabe y comprende qué es la poesía al haber compartido toda una vida junto a un poeta. Me causó una honda impresión su cercanía, la simplicidad con la que hablaba del Premio Cervantes. Compañera de un gran poeta y memoria viva de la vida de Antonio Gamoneda.


Tu cabello en sus manos, arde en las manos del vigilante de
la nieve.

Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el pasado.

Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza en las
manos del vigilante de la nieve.

ANTONIO GAMONEDA.

Encuentro con Antonio Gamoneda (II).


Entre las dos y y las tres de la tarde estuve con Antonio Gamoneda y su esposa, Mariangeles, en la cafetería de la estación de Renfe de Algeciras, aproveche para que me firmase toda la obra suya que poseo y hablamos de poesía, de cómo puede perfectamente un poeta estar dieciocho años sin escribir poesía y sin publicar, porque no sienta la necesidad de hacerlo. Apuntaba yo la absurda necesidad de notoriedad de los poetas de hoy, que sólo son fieles a su ego y la cuenta corriente. Frente a esas posturas contemporáneas, la honestidad de un maestro.



No es el grito de los pájaros más allá de las sombras
ni el temblor del azufre en la quietud de la tormenta;
no es el mercurio en mis venas
ni el espesor del verano en mi corazón.
No es nada realmente: tu rostro ha abandonado mis sueños
y no te encuentro debajo de mis párpados.

ANTONIO GAMONEDA

Encuentro con Antonio Gamoneda.


El pasado viernes 25 de enero el poeta Antonio Gamoneda participaba dentro del programa de lecturas del Aula de Literatura "José Cadalso". Este poeta ha sido uno de mis referentes literarios, mi primer libro de poemas que publiqué, La herencia bastarda de los días, se abría con una cita de Gamoneda.
Antonio Gamoneda ha sido un poeta que fue condenado al ostracismo por muchos de sus compañeros de generación, que desarrolló una obra lenta y delicada en provincias, en las frías tierras de León, ajeno a la vida literaria de la capital y ajeno a casi todo. A pesar del ostracismo al que fue sometido durante décadas, la inmensa hondura de su poesía se ha impuesto a todo y a todos.

Esperaba con ilusión el día de la lectura, pero un incidente de salud de mi hermana, impidió que pudiera acudir a ella. Sufrió un desmayo quedando inconsciente unos minutos por lo que tuvimos que llevarla a urgencias la misma tarde de la lectura. Los organizadores del acto intentaron retrasarla hasta que llegase, dado que conocen mi amor por Gamoneda y su obra, pero no pude acudir.

Al día siguiente, sábado, César Aldana, poeta y amigo, miembro de la Fundación me condujo al hotel donde se hospedaba Antonio Gamoneda, ya que había que trasladarle a Algeciras para que tomase el tren para Madrid. Al parecer, informado el día anterior del percance que había sufrido mi hermana, inmediatamente después de que me presentaran al poeta, me preguntó: "¿Cómo se encuentra tu hermana?" Me quede francamente sorprendido ante la sencillez y bondad de un hombre de la talla de Gamoneda, que sin conocerme de nada, se interesaba por la salud de mi hermana. Una bondad y una honestidad infinitas. Sólo un hombre bueno puede producir poesía de semejante hondura como la suya.

La foto en la que aparecemos Antonio Gamoneda y yo mismo es en la mañana del sábado en el interior del hotel.

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.

Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían a fregar en silencio.

Veinte años.

He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos.

Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.

ANTONIO GAMONEDA

miércoles, 23 de enero de 2008

Ya no hay sitio para nuevos poemas.


En estos días leo el extraordinario libro Deseo del magnífico poeta polaco Adam Zagajewski. Curiosamente incluye este poemario un texto que lleva por título el año en que nací.


1969

Murió Gombrowizc: los americanos andaban por
la Luna,
saludando con cuidado, como temiendo que se hiciera
añicos.
Erbarme dich, mein Gott, cantaba una mujer negra
en una iglesia.
Fue un tórrido verano, el agua de los lagos dulce y
caliente.
Seguía la guerra fría, los rusos ocuparon Praga.
Nos encontramos por primera vez ese año.
Sólo la hierba, amarilla y cansada, era inmortal.
Murió Gombrowicz. Los americanos andaban por
la Luna.
Tiempo, ten piedad. Destrucción, ten piedad.

sábado, 19 de enero de 2008

Permanecer en silencio, y escuchar.


La fotografía del poeta José Corredor-Matheos que puede observarse aquí data de unos años atrás. Cuando tuve la suerte de cenar con él, tras una lectura en el Aula de Literatura "José Cadalso", se asemejaba a un pequeño sabio japones, menudo, bajo, con ojos serenos y orientales, como una milenaria tortuga que hubiese vagado por todos los mares.
Habló de poesía, de Carlos Sahagún recuerdo, pero de lo que más converso fue de arte con mi amigo el pintor Juan Gómez Macías. Amante como soy del arte contemporáneo, ante la sabiduría de José Corredor Matheos en sus disquisiciones sobre Dalí, sólo cabía permanecer en silencio, y escuchar.
Sú último libro publicado, a sus 78 años, es Un pez que va por el jardín, que he adquirido esta ventosa mañana de sábado.


El otoño te da
lo que esperabas.
Te sabes más maduro,
con conciencia
de sentirte perdido
donde quiera que estés,
y el otoño te invita
a que sigas viviendo
un día más.
La lluvia te ha llenado
los pulmones
de algo que es un dolor
en todo semejante
a la alegría.

domingo, 13 de enero de 2008

Cuando no sepas qué hacer vente conmigo.

Muerto está ya Ángel González. Ahora tan sólo le resta mirar el cielo a través de los periscopios que son las flores, como decía más o menos el poeta galés Dylan Thomas, nunca tuve buena memoria para los versos, ni ajenos ni propios.

Me acompañó durante mis años de estudiante en Granada, allá por 1993, y junto con otros miembros de su generación como Jaime Gil de Biedma me enseñó que la poesía puede ser palabra sencilla, lenguaje cotidiano, voz que te habla al oído de las cosas de siempre, que son las que importan verdaderamente, con las palabras de siempre.
En mi primer libro de poemas La herencia bastarda de los días, se puede encontrar una cita de uno de sus poemas y por algún lado de mi caótica biblioteca se encuentra aquella antología de Alianza Editorial con casi ya quince años que compré en alguna de las Urbano de Granada.

Y ya sabes, Cuando no sepas qué hacer vente conmigo/ -pero luego no digas que no sabes lo que haces-.

jueves, 3 de enero de 2008

Pekín 2008. El listón de los derechos humanos.


Pekín 2008. El comité olímpico internacional designó como sede de los próximos juegos olímpicos que se celebrarán en este recién estrenado 2008, una ciudad de un país que vulnera amplíamente los derechos humanos. Desconozco qué oscuros intereses mueven las decisiones del COI, para mancillar de esa manera los ideales del olímpismo. Supongo que el dinero es el dinero, y de eso en China hay bastante y en las próximas décadas es el mercado/productor del futuro.

Enumero aquí 10 motivos de preocupación, según Amnistía Internacional, organización a la que pertenezco y os animo a que os unáis en defensa de los derechos humanos:

1. Pena de muerte

2. Juicios carentes de garantías.

3. Tortura.

4. Denegación de derechos laborales.

5. "Reeducación por el trabajo"

6. Persecución de personas por sus creencias.

7. Hostigamiento de personas que defienden los derechos humanos.

8. Represión del uso de internet y de los medios de comunicación.

9. Protestas de Tiananmen en 1989: encarcelamiento prolongado.

10. Sin-kiang y Tibet.

Y un solo hombre, un solo hombre, frágil, con la respiración agitada, hacía girar al tanque, donde otros hombres, dentro, temían a aquel hombre libre. Tiananmen 1989.