lunes, 12 de abril de 2010

Camposanto de pájaros resucitados



A lo largo de los aproximadamente quince años de trayectoria de una de las aventuras poéticas más singulares de este país, me refiero, claro está, al Aula de Literatura José Cadalso, han pasado por ella poetas amigos como Domingo F. Faílde, Dolors Alberola, César Aldana, Antonio Espinel, David Mena... Y me permitió conocer a poetas como Félix Grande, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Antonio Colinas, y entre los más jóvenes, a Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre o Guadalupe Grande.

Una de las últimas poetas jóvenes que visitó el Aula fue Cecilia Quílez, nacida en Algeciras, aunque nunca había coincidido con ella en el Campo de Gibraltar.

Las poetas pueden escribir sobre muchos asuntos, pero los que más me suelen interesar cuando leo un libro de una mujer, son aquellos poemas en los que se hace referencia a realidades, que jamás un hombre podrá experimentar, como en el poema que os presento.


JULIA

Cómo dolió el anzuelo
Fui fecundada y creí consumirme
En la sala de urgencias de una clínica
Algunas mujeres saben cuando la semilla
Se aferra a sus vientres y se alegran de saber esto.
Sólo supe que era feliz
Con el sueño inducido
Del formol
Las contracciones dan la vida, dicen
A mí me la dio ver a mi hija de espaldas,
con la nuca cubierta de pelo
Después, de nuevo el sueño
Mi hija sonríe ahora.
Tiene el pelo del color de las luces de emergencia.

CECILIA QUÍLEZ.



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