Los utensilios fotografíados son los que habitualmente utiliza el fotógrafo David Nebreda, para esculpir sobre su propio cuerpo su obra; no se trata de inocente body painting, son los instrumentos con los que Nebreda mira al vacío, a la nada, allí donde pocos se han atrevido a adentrarse, porque la senda siempre ha cobrado un precio: la locura. Pensemos en Leopoldo María Panero o en su admirado predecesor Artaud.
Nebreda talla su cuerpo con cuchillas, que aún conservan su sangre reseca, saja su carne, y la cose con hilo sucio, no importa la enfermedad, si alguien oscuro, escupe y defeca en su mente. A través del dolor, como un pequeño pájaro perdido, en cuclillas en el fondo de una sucia habitación a oscuras, Nebreda construye su escalera al cielo.
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